Por: Orlando Alcántara Fernández (Orly).
Dos versos le confieren una dimensión extraordinaria al poemario “Contemporáneos del Tiempo” de Isael Pérez. Dos versos reprimidos que saltan inesperadamente desde el fondo de la página. Dos versos inextinguinbles que desbrozan la duda:
“La crucifixión de Cristo no cesa
De impresionar a los exegetas.”
Dos versos que le dan un nuevo sentido a la duda que permea varios de los poemas de esta colección poemática salida desde las entrañas extasiadas del aeda Isael Pérez.
Dos versos le confieren una dimensión extraordinaria al poemario “Contemporáneos del Tiempo” de Isael Pérez. Dos versos reprimidos que saltan inesperadamente desde el fondo de la página. Dos versos inextinguinbles que desbrozan la duda:
“La crucifixión de Cristo no cesa
De impresionar a los exegetas.”
Dos versos que le dan un nuevo sentido a la duda que permea varios de los poemas de esta colección poemática salida desde las entrañas extasiadas del aeda Isael Pérez.
Dos deslumbrantes líneas que avizoran el hallazgo de lo memorable en sus aristas.
“Contemporáneos del Tiempo” se caracteriza por su mirada variopinta con atisbos metapoéticos enhebrados en versos que a veces se tornan malditos y otras veces se nos presentan como elocuentes sensibilidades estéticas.
El amor, la duda y el desenfreno se dan cita en la voz aédica de Isael Pérez en este volumen preñado de un pensamiento huraño, arisco y desbocado.
Por un lado, Isael maldice a los simuladores ensacados y encorbatados que nos hacen la vida imposible con sus politiquerías y sus academicismos, y, por otro lado, Isael exalta a Dámaso Alonso, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Sócrates y otros personajes célebres.
Su aliento metapoético se evidencia en su preocupación por “el otro” y el uso de recursos metalingüísticos alrededor del acto de escribir y la pasión por la lectura.
Isael Pérez, en sentido general, se nos muestra pletórico de ideas poéticas que muchas veces sabe puntualizar con la exquisitez de un contundente final. Varios momentos memorables afloran en este poemario que ha salido volando desde el alma ruborizada de Isael Pérez.
Sus dos versos extraordinarios, escondidos al desgaire en todo el discurso poético signado por la variedad ideática, nos revelan de golpe y de repente que la crucifixión de Jesucristo siempre había estado presente como un esguince insospechado en busca del sentido de la vida.
Y en esos dos versos memorables Isael ha dado con acierto en el clavo, pues la crucifixión de Jesucristo nos impele, nos desquicia y nos resquebraja los sueños exponiéndonos al amor infinito de Dios expresado en el sacrificio expiatorio confirmado al tercer día en la mismísima resurrección de Jesucristo: ancla de nuestra esperanza más cierta (ver I Corintios 15:50-57). Isael Pérez ha acertado prodigiosamente al hilvanar estos dos versos y nos atrevemos a afirmar que todo el poemario adquiere un sentido trascendente a partir de la aseveración de Isael Pérez en esos dos versos tan simples, tan redondos y tan humildes.
Con estos dos versos, todo el poemario se eleva como un monumento invaluable que puede destrozar como un hachazo voraz cualquier vestigio de duda cristiana al confirmarnos que la Biblia nos da la vida eterna que el rapsoda Isael Pérez presagia y añora en este valioso poemario. ¡Amén! Orly.
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