Buenos Aires.- Entre lágrimas, aplausos y canciones, una multitud despidió hoy en las calles de Buenos Aires a la cantante Mercedes Sosa, cuyas cenizas serán esparcidas por su familia en las tres ciudades que marcaron su vida: Tucumán, Mendoza y la capital argentina. Miles de personas esperaron la salida del cortejo fúnebre del edificio del Congreso, donde la Negra Sosa fue velada durante 24 horas con honores sólo reservados a las más reconocidas personalidades de la política y la cultura.
Con flores y llanto, la multitud saludó con aplausos y canciones el paso de los restos de la "Voz de América", en su recorrido hacia el cementerio de Chacarita, donde cientos de admiradores la recibieron bailando chacareras, uno de los géneros tradicionales del norte argentino, y al grito de "No se va, la Negra no se va".
Los acordes de "Luna tucumana" y "Solo le pido a Dios" despidieron a la artista, cuyas cenizas serán repartidas entre Tucumán -su ciudad natal-, Buenos Aires -donde vivió la mayor parte de su vida- y Mendoza, el lugar en el que consolidó su proyecto musical.
Su muerte, en el amanecer del domingo tras varios días de agonía, conmocionó a varias generaciones de latinoamericanos que sufrieron las dictaduras de los años 70 y 80.
Paseó el nombre de Argentina por los más importantes escenarios del mundo, cantó en el Vaticano en 1994, trabajó con algunos de los mejores cantantes de su tiempo y, aunque impulsó el Nuevo Cancionero y durante toda su vida reivindicó las raíces del folclore argentino, se atrevió con todos los géneros.
Compartió veladas que quedan en la memoria de sus seguidores con los artistas más dispares, desde Luciano Pavarotti a Sting, pasando por el rockero Charly García, los españoles Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, la colombiana Shakira o la brasileña Gal Costa.
Prohibida durante la última dictadura argentina (1976-1983), Sosa conoció el dolor del exilio, en París y Madrid, una experiencia que marcó su vida y reafirmó su compromiso social con la defensa de las libertades y los derechos humanos.
Su voz convirtió en himnos los versos de Pablo Neruda, de Violeta Parra, de Víctor Jara, de Gabriela Mistral.
Gritó "Hasta la victoria siempre", "Corazón Libre" y "Gracias a la vida", aunque en alguna ocasión reconoció que la suya fue una vida "muy hermosa pero muy triste", y se llegó a definir como "una sobreviviente de ignominias y enfermedades".
Sesenta años de carrera la transformaron en un icono en América Latina y el reconocimiento del público y las numerosas distinciones recibidas la compensaron por sus difíciles comienzos -con sólo 15 años ganó su primer concurso radiofónico-, la soledad del exilio y la enfermedad que la acompañó durante buena parte de su vida.
Quizá la clave del cariño que despertó está en que su voz "pasaba por el corazón" y expresaba "unas raíces muy profundas en el tiempo y el pueblo con el que le tocó vivir", dijo Joan Manuel Serrat, uno de los músicos que participó en su último disco, "Cantora", un éxito de ventas en Argentina y un estupendo regalo por su 74 cumpleaños.
"Sobre su voz prima su actitud, su compromiso político, su ideario, su permanecer de una manera sólida frente a la vida. No había dobleces en su posición política y eso es sumamente rescatable", recordaba hoy el actor argentino Héctor Alterio en declaraciones a televisiones locales desde España.
Mercedes Sosa "nos deja el ir siempre para adelante, el amor a la libertad, a la democracia y a la solidaridad", resumió su hijo Fabián Matus.
Como escribió Teresa Parodi, una de sus amigas más cercanas, en sus versos de despedida: "Mercedes, salmo en los labios/amorosa madre amada/ mujer de América herida/ tu canción nos pone alas y hace que la patria toda/ menudita y desolada no se muera todavía/ no se muera porque siempre cantarás en nuestras almas".
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